The Objective
Fernando Savater

La izquierda renovable

«El sectarismo socialista que padecemos pone siempre su particular sesgo ideológico por encima de la universalidad científica»

Opinión
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La izquierda renovable

Ilustración de Alejandra Svriz.

Si no me equivoco, hoy habrá una manifestación en Madrid por una Europa social y democrática. Por supuesto, me parece muy bien. ¿A quién puede disgustarle ese programa? Movilizarse por una Europa social y democrática es como reivindicar el bien, la verdad y la belleza. Seguro que todo el mundo está de acuerdo con ese lema, desde el perverso Putin, si alguien se atreve a preguntárselo, al nuevo Papa que rebosa, como es natural, buenas intenciones… Aunque haya nacido en Chicago, ciudad en la que los italianos (él no lo es) han tenido peor fama que en otros lugares. Pues sí, la manifestación de hoy en Madrid no puede tener mejores intenciones. Eso es lo que la compromete un poco.

Salir a la calle para defender lo que nadie explícitamente ataca es como el marido que reta espada en mano a duelo a quien dude de la virtud conyugal de su esposa, contra la que nadie ha formulado acusación alguna. Lo único que pone en entredicho el honor de la buena señora es precisamente el fiero empeño del marido en defenderlo. ¿No sería mejor no llamar la atención intempestivamente sobre tan delicado asunto? Por lo visto, los convocantes de la manifa lo que pretenden expresar es su escándalo ante el número creciente de ciudadanos opuestos a lo que ellos consideran social y democráticamente aceptable. Mal asunto. ¿Cómo decidir, tras lo que conocemos de la convulsa historia europea, que somos nosotros los defensores de los auténticos valores europeos y no quienes ofrecen otros como preferibles? ¿Es Europa la madre amantísima de las libertades y los derechos, o la madrastra severa del orden estricto y la autoridad eficaz? En fin, que habrá que pensárselo.

De momento, lo que me parece prioritario decir es que lo que aleja hoy a España realmente de los modos y maneras europeas no es nuestra extrema derecha local, sumamente trumpista y putinista, o sea equivocada, pero minoritaria… Y desde luego tan respetable o más (a mi juicio más) que los radicales de izquierda que tanto mando tienen ahora en plaza. Por cierto, ¿saben ustedes quién es ultra y por qué los demás, tan ultras como ellos, no son ultras? Se lo explico: son ultras los radicales derechistas e incluso separatistas siempre que se opongan al Gobierno de Pedro Sánchez. Los demás ultras, de izquierdas y separatistas, no son ultras porque solo quieren separarse de España, pero no de Pedro Sánchez. En todo caso, no se les puede llamar ultras, como mucho exageraos… Hoy el valor político más importante que se defiende en Europa es el de la ciudadanía, algo que no pertenece en exclusiva a la ideología de izquierdas o derechas, ni mucho menos a los «ultras» de cada bandería.

Si algo debe ser rescatado en esta conmemoración de lo que nos une es la idea de una Europa de los ciudadanos, hecha de los derechos y deberes que nos constituyen individualmente como tales, no de identidades irremediables, genealogías caprichosas, rasgos culturales típicos y tópicos, diferencias esculpidas en la necesidad de no-ser-lo-mismo, de no parecernos al vecino que puede regatearnos las prebendas. El progreso político se impulsa por medio de las semejanzas que compartimos, no del artificioso folklore de lo que nos convierte en insolubles para los demás. Desgraciadamente, es la falta de una ciudadanía compartida y asumida por todos lo que nos distancia de la mejor Europa, la manía suicida de privilegiar los reinos de taifas y beatificar los terruños que entre nosotros se ha llevado hasta el crimen por no hablar de la ingobernabilidad. A España no le permiten ser realmente europea en el mejor sentido político del término, la proliferación de españitas, a la cual más espúrea, más egoísta y más cursi.

«Es de temer que esa Europa se vaya pareciendo cada vez más a la España actual, la ultraprogre que acabará ultrapobre»

El sectarismo socialista que padecemos pone siempre su particular sesgo ideológico por encima de la universalidad científica. Si sale adelante la melosa propuesta de Sumar, tendremos que aceptar por ley que este país se sacude de encima la pesada carga de la biología y no habrá ya dos sexos como en todas partes sino tantos como quieran los golfos apandadores que viven de difundir estupideces. Que digan los estudiosos europeos lo que les apetezca sobre la energía nuclear como fuente energética limpia, aquí Sánchez sabe que eso es un embeleco de los ultrarricos (que ricos, los ultras) y que fuera de las renovables todo es llanto y crujir de dientes. Si se va la luz es por culpa de los ultrarricos, que roban hasta las bombillas, y también afanan el cobre de los ferrocarriles, por puro afán de fastidiar. Ahora cuando un compatriota nos dice «me voy de Puente» se refiere a que se queda en casita y a oscuras, quizá esperando otra riada. Somos muy bien mandados, aunque los que nos mandan lo hagan cada vez peor. España se parece cada vez menos al resto de la Europa deseable, pero es de temer que esa Europa se vaya pareciendo cada vez más a la España actual, la ultraprogre que acabará ultrapobre y si no al tiempo. Porque nos lleva del ronzal una izquierda que adora las renovables, pero ella no se renueva ni al borde del precipicio.

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