The Objective
Antonio Caño

¿Qué nos espera a partir de ahora?

«La mentira de la ‘bomba lapa’ saca el enfrentamiento del terreno de la política y lo lleva a otro desconocido y que produce pavor»

Opinión
47 comentarios
¿Qué nos espera a partir de ahora?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Una reacción profesional de los periodistas de este periódico impidió este fin de semana una mayor difusión de una falsedad con la que el Gobierno pretendía vincular a la UCO con un supuesto plan para atentar contra el presidente. El rápido desmentido de esa supuesta conspiración, corroborado por algunos de los medios que primero cayeron en la trampa, evitó lo que podría haber sido un conflicto mayor y nos impidió conocer cuál era la intención última del Gobierno al hacer circular semejante barbaridad.

El solo hecho de intentar tan horrenda maniobra nos da, no obstante, la medida de lo que el Gobierno está dispuesto a hacer para protegerse de las investigaciones judiciales que lo acosan y seguir en el poder a toda costa. Sabemos que Pedro Sánchez no conoce límites a la hora de defender su trono y atacar a sus rivales. Sin embargo, al decir eso, lo hacemos sin poder imaginar hasta dónde en realidad está dispuesto a traspasar esos límites, de qué será últimamente capaz.

Puesto que la democracia española no ha conocido nunca por fortuna un gobernante de esta catadura, carecemos de experiencia en situaciones semejantes. Tampoco en el mundo abundan perfiles así, exceptuando algunos políticos latinoamericanos y, por supuesto, Donald Trump. Adivinamos, por tanto, el riesgo que un gobernante como este supone para nuestro sistema político y nuestra convivencia, pero no somos capaces de prepararnos para hacerle frente porque no sabemos hasta qué punto y en qué momento va a ponernos Sánchez contra la pared. Mucho menos parece saberlo el Partido Popular, que se mueve entre su buena voluntad de servir como casa común de los demócratas y su falta de proyecto para conseguirlo.

Respecto al momento, sí vamos a haciéndonos a la idea de que la ofensiva final está próxima, en la medida en que su debilidad se hace más evidente, su arrinconamiento más patético y su final más inevitable. Pero carecemos de información sobre el qué: ignoramos lo que nos espera.

La mentira puesta en circulación el sábado nos da pistas que resultan espeluznantes. Si alguien es capaz de inventar la patraña de que un oficial de la Guardia Civil hablaba de colocar una «bomba lapa» al presidente del Gobierno, ¿qué no está dispuesto a hacer? Si alguien carece del menor atisbo de fair play como para sugerir la vinculación de unos de sus principales rivales políticos con esa intriga, ¿hasta dónde no está dispuesto a llegar para liquidar toda competencia?

«La división ha sido siempre la característica principal de la política de Sánchez»

Hay algunos comentarios en la conversación filtrada del Guardia Civil que merecen la más severa reprobación. Pero utilizar eso para sembrar en la sociedad la patraña de que alguien en la propia policía española quiere matar al presidente del Gobierno es elevar la polarización política que sufrimos a un nivel aterrador. Produce espanto pensar cuál puede ser el propósito de un comportamiento tan irresponsable.

La división ha sido siempre la característica principal de la política de Sánchez. Lo fue en el Partido Socialista y lo ha sido después en España, donde renunció hace tiempo a limar las diferencias entre ideologías y territorios y, por el contrario, se dedicó a estimularlas con el propósito de quedarse con un grupo de seguidores más reducido, pero absolutamente incondicional.

Desde que se empezaron a conocer los casos de corrupción que se han ido acumulando –todos muy cercanos a él–, profundizó en esa estrategia divisoria, sumando a jueces, policías y periodistas al paquete de la ultraderecha que pretendidamente trata por medios ilegítimos de acabar con un Gobierno progresista. El señalamiento a los críticos y opositores ha ido subiendo de tono cada día hasta llegarse a un grado desesperante de angustia y desgobierno.

Lo visto este fin de semana supone un paso peligroso en este deriva porque saca el enfrentamiento del campo de la política y lo traslada, aunque sólo sea como forma de propaganda, al de la violencia. Hay que pedir a todos calma, y al Gobierno, un mínimo de sentido del deber y conciencia como para poner fin a esta peligrosa espiral. Una derrota en las urnas no mancha la hoja de servicios de nada; conducir a los españoles a un choque, en cambio, es lo más grave que un político puede hacer. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D