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Zelenski entre 'Macbeth' y las urnas: Ucrania se asoma a unas elecciones en plena guerra

La posibilidad de votar bajo ley marcial divide a la sociedad ucraniana, mientras Rusia y EEUU maniobran por detrás

Zelenski entre ‘Macbeth’ y las urnas: Ucrania se asoma a unas elecciones en plena guerra

El presidente ucraniano Zelenski, a la izquierda, recibe información sobre la situación de la guerra en el país. | Presidencia de Ucrania

La noche del 28 de febrero, mientras en Washington se sellaba un desastroso encuentro diplomático entre Volodímir Zelenski y Donald Trump, en Kiev se estrenaba una nueva puesta en escena de Macbeth. La coincidencia no pasó inadvertida. El drama shakespeariano sobre la ambición, el poder y la traición resonó en una capital que vive desde hace más de dos años atrapada entre los bombardeos rusos, la presión internacional y el desgaste de su liderazgo político. Algunos medios se hicieron eco precisamente de esta obra para ilustrar las tensiones de poder que atraviesan hoy el corazón político del país azotado por la guerra.

«No se puede hacer teatro sin pensar en la política, la guerra o en que la gente está mirando», llegó a decir el director del montaje, Ivan Urivsky. Y, efectivamente, la gente mira. Los ucranianos miran a su presidente, que hasta hace poco parecía ciertamente agotado, y ahora tantea una arriesgada vía electoral para consolidar su liderazgo en medio del conflicto. Los rusos también miran, y esperan —como quien asiste a una tragedia ajena— la oportunidad de sembrar el caos interno. Y el resto del mundo, aún conmocionado por los aspavientos de Donald Trump en la geopolítica actual, empieza a comprender que la guerra de Ucrania ha entrado en una fase más turbia y peligrosa.

El dilema de las urnas en plena guerra

Hasta hace apenas dos meses, se daba por hecho que las elecciones en Ucrania no se celebrarían. La ley marcial y la lógica de un país en guerra hacían inviable un proceso limpio, participativo y competitivo. Sin embargo, los cálculos políticos han cambiado. La presión internacional para un alto el fuego, la amenaza de que Estados Unidos pueda aún virar su apoyo militar y la necesidad de dotar de legitimidad al poder presidencial han puesto sobre la mesa una convocatoria exprés.

De hecho, el presidente Zelenski reunió a su equipo a finales de marzo para estudiar una eventual convocatoria electoral tras un posible alto el fuego. La fecha barajada, aunque aún sin confirmar, podría ser finales de julio o principios de agosto. El calendario es estrecho: la ley exige 60 días de campaña, y el Parlamento debe votar antes del 8 de mayo la finalización de la ley marcial para iniciar el proceso. El problema es que celebrar elecciones bajo estas condiciones no es solo una proeza logística. Es también una apuesta de alto riesgo político y estratégico.

Elecciones entre escombros

Ucrania enfrenta obstáculos mayúsculos: millones de desplazados internos y en el extranjero, regiones ocupadas por Rusia donde votar es inviable, y una oposición política que denuncia falta de garantías. Además, la aplicación de una plataforma digital para votar en remoto —que el Gobierno promueve como solución— despierta recelos por la falta de transparencia y por los riesgos de manipulación.

Los partidos opositores advierten que una elección acelerada sin garantías sería vista como un intento de perpetuarse en el poder. El propio Zelenski, consciente de lo impopular que podría resultar una elección improvisada, mantiene un discurso ambiguo: prepara el terreno, pero sin anunciar nada oficialmente.

Mientras tanto, el clima político se ha enrarecido. Desde Moscú, el presidente Putin ha intensificado su campaña de propaganda, acusando a Zelenski de ilegitimidad y alentando divisiones internas. En paralelo, Donald Trump intensificó en las últimas semanas sus críticas al gobierno ucraniano y coqueteó con la idea de imponer una «paz rápida», en términos que muchos interpretan como una rendición camuflada. La posible interferencia extranjera en la campaña electoral es una amenaza real.

Las oficinas de inteligencia de los países de la UE son conscientes de que si hay elecciones, los rusos activarán todos sus recursos, líderes de opinión, soldados y partidos de oposición, para influir en el resultado.

Nuevas presiones diplomáticas y propuestas internacionales

En los últimos días, el escenario ha dado un nuevo giro. Keith Kellogg, enviado especial de Donald Trump para Ucrania, ha propuesto públicamente la creación de una zona desmilitarizada como parte de una estrategia de posguerra. La medida, que incluiría una fuerza aliada compuesta por tropas europeas —sin participación estadounidense—, busca contener una hipotética escalada rusa tras un eventual alto el fuego.

Pero lo más llamativo ha sido su mención a la necesidad de elecciones: según Kellogg, solo el pueblo ucraniano y su Parlamento deben decidir si ha llegado el momento de votar, aunque dejó claro que Washington valoraría positivamente una legitimación democrática rápida de los futuros líderes ucranianos.

Por su parte, Vladimir Putin ha respondido con una maniobra calculada: proponer el reemplazo de Zelenski por un gobierno provisional auspiciado por EEUU y la ONU, que prepare un nuevo ciclo electoral. La propuesta ha sido rechazada frontalmente por Occidente, que la percibe como una operación de «cambio de régimen» al estilo ruso.

Mientras tanto, en el interior del país, la tensión no cede. Zelenski ha impuesto sanciones al expresidente Petro Poroshenko, acusándolo de colaborar con Rusia. Las medidas —bloqueo de activos y retirada de condecoraciones— han roto tres años de unidad política en tiempos de guerra. La oposición acusa al presidente de instrumentalizar el aparato del Estado para neutralizar a sus rivales antes de la posible convocatoria.

Zelenski, entre desgaste y dramatismo

Zelenski, que fue elegido con una mayoría arrolladora en 2019 y pasó de actor a líder de guerra en tiempo récord, atraviesa un momento político complejo. Su imagen sigue siendo fuerte a nivel internacional, pero en el interior del país su popularidad ha empezado a erosionarse. La falta de avances militares, las dificultades económicas y el autoritarismo implícito del Gobierno durante la guerra han debilitado su aura.

No obstante, el miedo a lo que pueda venir después refuerza su posición. Muchos ucranianos no ven alternativa clara. El regreso de Poroshenko, con una campaña basada en denuncias judiciales contra Zelenski y viajes a Estados Unidos para cortejar a los círculos trumpistas, no ha convencido a la ciudadanía. Tampoco lo ha hecho el general Valeri Zaluzhni, a quien algunos ven como un candidato viable, pero cuya posible entrada en política está rodeada de amenazas veladas y tensiones institucionales.

Algunos observadores sugieren que el propio Zelenski podría estar usando la convocatoria electoral como maniobra defensiva: presentar elecciones como una prueba de legitimidad ante Trump y Putin, mientras controla el proceso de cerca para minimizar riesgos.

La sombra de Macbeth

Volviendo al Macbeth de Urivsky, es difícil no establecer paralelismos. Shakespeare retrató a un líder consumido por el poder, incapaz de distinguir el deber del deseo, y rodeado de traiciones y visiones. Aunque Zelenski está lejos de ser un dictador, su entorno centralizado y el carácter hipermediático de su presidencia han generado tensiones con los contrapesos institucionales, incluidos el Parlamento y las fuerzas armadas.

La escena política ucraniana, como el escenario teatral, se ha poblado de personajes ambiguos, de conspiraciones, de decisiones tomadas en la oscuridad y bajo presión. Algunos temen que una elección rápida en estas condiciones desemboque no en más democracia, sino en una forma de legitimación autocrática. Otros, más optimistas, creen que una nueva cita con las urnas podría renovar el contrato social roto por la guerra.

La Ucrania de 2025 camina sobre un alambre. A un lado, la tentación de blindar el poder en nombre de la unidad nacional. Al otro, la necesidad de mantener viva la llama democrática frente a la barbarie invasora. Las elecciones, lejos de ser una celebración cívica, se han convertido en un campo de batalla más. Las decisiones que tome Zelenski en las próximas semanas podrían redefinir no solo el futuro de su mandato, sino también el equilibrio de poder en la región.

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